El blues posee esa endorfínico poder de hacernos sentir confortablemente poderosos por más azotes que la cruda vida se esmere por impartirnos.
La experiencia de escuchar a B.B King es tan asociable a la actividad de suspirar al ritmo del sector libertino de la música negra, de la música ribereña cuyos acordes tienen la patria potestad para exhibir el lado controvertido del amor, el lado jocoso de los sentimientos no correspondidos y de la armonía indeleble que, sin temor a remordimientos, refuerza con muecas rítmicas a la venganza del hombre corriente.
Un genio al comando de avaluados acordes empíricos capaces de ensamblar nuestras sonrisas a empresas oníricas. Un veterano de la guerra entre el amor y el odio cuyos dedos oprimen las cuerdas de su astuta guitarra al tiempo que el aire oprime nuestras neuronas sedientas del placer concedido con cada cancón del BLUES BOY.
Un Fuera de Serie con creces.
La experiencia de escuchar a B.B King es tan asociable a la actividad de suspirar al ritmo del sector libertino de la música negra, de la música ribereña cuyos acordes tienen la patria potestad para exhibir el lado controvertido del amor, el lado jocoso de los sentimientos no correspondidos y de la armonía indeleble que, sin temor a remordimientos, refuerza con muecas rítmicas a la venganza del hombre corriente.
Un genio al comando de avaluados acordes empíricos capaces de ensamblar nuestras sonrisas a empresas oníricas. Un veterano de la guerra entre el amor y el odio cuyos dedos oprimen las cuerdas de su astuta guitarra al tiempo que el aire oprime nuestras neuronas sedientas del placer concedido con cada cancón del BLUES BOY.
Un Fuera de Serie con creces.
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