Estaba destinada a sufrir
y lo peor es que lo sabía,
sus huesos salados como el mar
y sus entrañas corroídas de pensar,
era una persona sensata
pero maquinaba demasiado,
se castigaba con dureza
y se lamentaba de paso.
Ella no entendía que la vida es azarosa
y que no se podía agendar,
que lo improvisado es maravilloso
y la espontaneidad una virtud,
que de lo pequeño se aprende
y que la vida puede ser grandiosa.
Ella seguía en su espiral
enfermando su mente
debilitando su espíritu
sufriendo su alma
muriendo, muriendo, la vida.